jueves, 27 de octubre de 2011

No tienes vocación

Como ya había escrito, el trabajo no había sido maravilloso las últimas semanas, pero todo cambió el viernes. Eran las 2:10 P.M. yo estaba, como siempre, en mi lugar, haciendo como que trabajaba mucho (es decir, justo escribía una entrada para el blog, aunque ya no sé qué fue de ella) cuando de  repente mi jefe, El Sol de México, me llamó:
Sol de México- Lolitás, ¿puedes venir tantito por favor?
Yo- Claro. (Tomé mi cuaderno, una madre para su gafete, mi pluma y entré).
Sol de México- Cierra la puerta, por favor.
Yo- (Madre mía, qué pasará ahora...)
Sol de México- Bueno, pues ya llevas aquí nueve meses/
Yo- Seis meses.
Sol de México- Seis meses, y me parece que eres una persona muy capaz, muy organizada, bien hecha, discreta, responsable, pero por desgracia las cosas que son importantes para mí, como darle seguimiento a las llamadas, no lo has hecho. Sé que no es como lo que hacías en tu trabajo anterior cuando trabajabas con el Productor/
Yo- (Yo era la productora, no trabajaba con un productor)
Sol de México- pero es importante para mí, y yo necesito alguien que esté encima de mí, que todo el tiempo me diga lo que está pendiente, y siento que no sólo tú no lo has hecho, sino que te incomoda hacerlo. Eres una persona muy capaz, pero no creo que tengas vocación para ser asistente/
Yo- (Claro que no la tengo, pendejo, yo quiero ser psicoanalista, no asistente el resto de mi vida, pinche pendejo estúpido)
Sol de México- además, aquí siento que estás subvalorada, que tienes demasiadas capacidades para estar aquí. Cuando te veo leyendo pienso "está tan aburrida que se pone a leer..." bueno, no aburrida, pero sí que tienes tan pocas cosas que hacer que te pones a leer. Y yo, en vez de sentirme tranquilo porque tengo una asistente, estoy preocupado porque no haces lo que yo necesito, y por eso tampoco te he delegado más obligaciones, que tal vez son más pedestres, pero es lo que yo necesito. Así que, he decido dar por terminada la relación de trabajo. Hablé con los de recursos humanos y te vamos a dar todo lo que te corresponde, indemnización y finiquito, no hay ningún problema con eso. También te digo que siempre podrás usarme como referencia laboral, no tengo ninguna queja con tu trabajo, todo lo contrario, te tengo en la mejor de las opiniones. Ah, también te daré, sin ningún problema, una carta de recomendación si la necesitas. ¿Tienes algo que decir? Te veo muy tranquila.
Yo- (Bueno, pero qué esperas, ¿que me ponga a llorar y me engrape a la mesa para que no me corras? ¿o que te empiece a gritar que eres un pinche pendejo imbécil, consentido y berrinchudo, que nunca me dejó hacer mi trabajo y que ahora me corre, pero eso sí, me halaga? ni madres) Creo que no tengo nada que decir, entiendo que el trabajo de asistente está sujeto a la subjetividad del jefe, y que si tú no consideras que la relación funciona, no hay nada que decir. Y, estoy tranquila, porque sé que no tiene que ver conmigo.
Sol de México- Claro, te entiendo. Y me da mucha pena, pero creo que al final voy a terminar haciéndome daño a mí y haciéndote daño a tí, y no creo que eso esté bien.
Yo- (¿Pero sí está bien correrme, no? Pendejo) Claro.
Sol de México- Voy a llamar a los de recursos humanos para que traigan los documentos.
Llegó el pendejín de recursos humanos, con todos los documentos, firmé, blablabla... entregué el gafete y muy amablemente me acompañó a mi lugar para que recogiera mis cosas y escoltarme a la salida.

Así, tan fácil, soy una súper chingona pero nada más no tengo vocación (¡vocación, háganme el puto favor!) de asistente, así que mejor, para no hacerme daño, me corren... ¿Qué pedo? ¿Cómo es posible que alguien pueda usar ese discurso y "crea" que está bien?

Ok, acepto que él es el jefe y que si no está cómodo conmigo, no hay más que hacer, lo acepto y no tengo nada que objetar al respecto. Pero salir con mamadas de esas, cuando él y yo sabemos que estaba desde el lunes encabronado (no tuvo la amabilidad de decirme por qué, sólo me habló para hacer drama y ser grosero) y que toda la semana había visto lo de mi despido. Está bien, ni modo, no hay nada qué hacer ahí. Nada más esperaba menos mentiras y mamadas, me parece que es más digno ser honesto cuando al final tú tienes todas las cartas, cuando eres TÚ quien toma las decisiones. Sería mucho más honrado decir la verdad, pero ¡no! no vaya a ser que él no quede como el súper maravilloso hombre mágico y sonriente, tan güero y ojiazul... no no no, él tiene que seguir siendo perfecto. Por eso me despide en viernes, a la hora de comer, para que nadie se entere ni sepa nada, y así él pueda después decir la versión que lo haga queda mejor. (¿No se le habrá cruzado por la cabeza que si yo hubiera renunciado lo habría hecho en quincena, no a la mitad, o que me habría despedido?)

Es indignante. Me hubiera gustado ponerle las cosas sobre la mesa, decir:
Vamos, tú y yo sabemos que la razón por la que no estás cómodo conmigo es porque algo en mí te da desconfianza y sigues sin saber qué es, lo cual te pone en una situación incómoda y en desventaja... principalmente porque no sabes que yo quiero ser psicoanalista y que sólo trabajo aquí para mantenerme mientras estudio y vivo del análisis; porque durante medio año he podido esconder la realidad, he creado una versión verosímil que, aunque no te convence, no has podido descubrir lo que escondo, porque en ningún momento me he echado de cabeza. Así pues, no te gusta trabajar conmigo porque soy más inteligente que tú, y eso te pone en desventaja. ¡Qué lástima! Y eso que yo NO soy güera ni estoy bien mami... quién lo hubiera imaginado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡no calles que hace daño!