lunes, 3 de octubre de 2011

El contador. El inicio

Porque, como toda historia, debemos comenzar desde el principio (que es mentira eso de que las historias empiezan por el principio, empiezan donde empiezan, saber si es o no el principio, es otra cosa).  Empecé a trabajar aquí hace 6 meses, y en la caballeriza en la que me sentaron hay 3 personas más, todos ellos contadores. Al principio, y como es normal, te portas amable con todos, pues aún no los conoces para poner límites, así que, fui amable con El contador... comienzo de una tragedia.

¡El principio! Que claro que no es ahí, probablemente esté más bien en el momento que este pobre pendejo nació, no lo sé. Pero, debemos hablar de él. OBVIAMENTE no es ni guapo ni inteligente (porque si lo fuera, el matiz de mis posts sería otro, sólo por eso), es chaparro, feo, cuarentón, tonto y muy pero muy intrusivo, pendejo y con complejo de evangelizador. Es casi el combo perfecto para despertar en mí todo el odio e incomodidad posibles. No me gustan los evangelizadores, eso una de las cualidades o características que más puedo odiar en una persona, no entiendo por qué creen que pueden venir a aleccionarte y decirte el cómo de tu propia vida, y juzgar y juzgar las decisiones que tomas, o lo que piensas. Me molesta. Cada quien que piense lo que quiera, pero que no esté chingando para que los demás piensen igual, que eso sí me rompe las pelotas.

Entonces, El Contador, con las cualidades previamente mentadas, se dio a la tarea "ayudarme" a aclimatar en el nuevo trabajo:

Yo: Sí, la cita es a las XX:XX, sí, la dirección es Juanita Bailadora # 45, Col. Mira No´más*. Sí, es un edificio azul.
Teléfono: blablablablabla
El Contador: Nada más te voy a hacer un comentario, la colonia no es Mira No´más, es Qué bien chingas.
Yo: (al teléfono) Perfecto, hasta mañana.
(Cuelgo el teléfono)
El Contador: ¿Sí escuchaste? La dirección la diste mal, no es la que tú diste, sino la que yo te di.

¿Por qué demonios este pendejo se está metiendo en mis conversaciones telefónicas? ¿No sabe que lo que yo hago a él le vale madres?

Pero no...

También es gustoso de saludar de beso y toquetear. Y cónstese aquí por escrito que a mí NO ME GUSTA que me toquen. Son recelosa incluso de la gente que quiero y a quien le tengo confianza. Así pues, cuando al llegar saludaba de beso (somos compañeros de trabajo ¿por qué nos tenemos que besar? ), y un día que yo estaba al teléfono (mira tú, hasta parece que es parte de mi trabajo) le pareció padrísimo tocar/sobarme la espalda mientras hablaba, para distraerme y saber que estaba aquí. Casi, por nada, le reviento el teléfono inteligente en la cabeza. Es que de verdad ¿por qué la gente se toma libertades que nunca se le han invitado a tomar?

Así comenzó mi odio hacia él. La eterna molestia e incomodidad por tener que compartir un espacio de trabajo con alguien que me violenta.


* Por cuestiones evidentes, la dirección y demás datos son ficticios. Debo proteger la privacidad y seguridad de los involucrados.

1 comentario:

¡no calles que hace daño!