martes, 6 de diciembre de 2011

El dentista y la caries sin anestesia


       ¿Quién ama ir al Dentista? Mi primer recuerdo en el dentista es espantoso. Tendría... no sé, tal vez cinco o seis años, en el seguro, una caries sin anestesia. No creía que pudiera ser muy malo. Lloré mucho. Mucho. Al salir con lagrimas en los ojos, asustado, ultrajado y traumatizado. Nadie me dijo que sería así. Lo peor de todo es que de esa experiencia se hizo una penosa anécdota familiar que se contaba cada que se podía para invitar a la risa. La historia es que yo salía llorando y cuando me preguntaron: ¿Qué pasó?¿Qué te hicieron? Yo respondí juntando mis pequeños dedos como si fueran una fresadora dental: ¡¡ZZZSsssssssss!! imitando el sonido de dicho aparato de tortura. Todos reían, y yo...
         El caso es que tuve que ir necesariamente al dentista. Todas mis experiencias habían sido muy malas. Yo lo definía así: Cuando vas al dentista siempre duele, primero un poco, luego más y más, hasta que lloras, así seas adulto. Me moría de miedo. Le conté la anécdota a mi novia y también le dio mucho risa. Ahora a mi me parece simpática esa historia pero, en ese tiempo es como si me hubieran violado y la gente hiciera mofa de eso. Le conté mi temor a la dentista, lo de la anestesia, que siempre me dolía... tocó mi turno de abrir la boca, me anestesió para anestesiarme y... ¡OH! No lo podía creer. ¡Qué coraje! Tantos años sufriendo, angustiado y evadiendo las visitas al dentista. No me dolió. NO. No dolió. Lo que necesitaba era un dentista que supiera anestesiar. No quiere decir que ahora ame ir al dentista. Pero sí, que ya no me da pánico. No tiene porqué doler, si les duele, no sabe anestesiar PUNTO.