martes, 7 de agosto de 2012

Las desgracias me persiguen


Como si fuera previsible, y aún peor, parte de mi destino, odio mi trabajo. Sí, acabo de entrar (bueno, tengo casi dos meses), pero me enferma (físicamente) venir a trabajar. Recuerdo que este sentimiento hacía muchos trabajos y años que no me pasaba, pero está aquí, otra vez, y no estoy segura de qué voy a hacer al respecto.

Otra vez, estoy trabajando como asistente de dirección; en este caso de dos directores de una empresa pequeña (somos sólo 13 trabajadores), en la cual hay 3 directores “generales” y otro director comercial que es socio pero no jefe de jefes. Entonces, se supone que tengo dos jefes, sólo dos, pero en realidad son un madral: los dos que tengo, el de administración que me pide que haga contratos y otras cosas; el subdirector de administración para el que llevo el control de gastos de los trabajadores; y los demás integrantes de la pinche empresa que creen que debo hacer también lo que ellos quieren (que en este caso significa satisfacer sus estúpidas demandas y sonreírles sin decir, nunca, que son unos pobres pendejos que NO tienen asistente y que, por lo tanto, ellos deben hacer sus cosas y no yo).

Al final, trabajo como asistente para un chingo de gente, tengo un montón de jefes y esto podría no ser problema (vamos, hacer pendejaditas de varias personas tampoco requiere de un doctorado), P E R O, el problema surge cuando lo que ellos piden es contradictorio (y esto es justo lo que me encabrona).

Un ejemplo fue la contratación de nuevas líneas telefónicas. Un día mis jefes dicen que quieren más líneas porque cuatro para todos no son suficientes, así que me piden a mí que lo vea y yo, cuando averiguo qué pedo, me doy cuenta de que la otra asistente lo está haciendo; así que, les aviso a mis jefes que eso es lo que sucede. Todo bien hasta aquí. La semana pasada me dice la asistente que va a salir a comer, pero que si vienen los de teléfonos, debo pedirles que pongan dos de las tres nuevas líneas sólo para mis jefes. Claro, todo perfecto, salvo por la duda de si ellos querrán que yo conteste también esas líneas. Así pues, le mando un mensaje a uno de los jefes y me dice que él no quiere línea personal, que son para todos y el otro contesta que sí quiere la suya pero hasta que nos cambiemos de oficinas (porque sí, vamos a cambiarnos de oficinas en un mes o más). Yo, obedientemente voy con la asistente y le digo esto, que no quieren líneas para ellos, pero ella me contesta que su jefe (el de administración) y el subdirector dijeron que sí; entonces tengo que ir con el director y comentarle, y él me dice que mis jefes le dijeron eso (en un tono bastante hostil).

Claro, no hay gran pedo, no pasó a mayores… el problema es que ¡sí! Que esto es TODOS los días, todas las semanas, los demás deciden cosas para mis jefes y luego cuando yo lo confirmo con ellos resulta que no era así. Unos piden unas cosas y los otros lo opuesto y yo me quedo en medio, tratando de resolver para complacer a mis jefes (que son, en sentido estricto, mis únicos jefes) pero estresada y molesta, frustrada porque nadie se da cuenta de lo que pasa y, si se dan cuenta, no les importa.

No sé qué pasa, la verdad es que no lo entiendo, me siento confundida y frustrada, tonta y amarrada, incapaz de poder hacer mi trabajo. Además, no quiero venir, la semana pasada y esta mis jefes no han estado en la ciudad, entonces estoy sola, sin ninguna justificación para no hacer las pendejadas que me piden los demás, como una hoja al viento (ja, suena súper melodramático y lo peor es que ni siquiera lo termina de describir).

No me gusta lo que hago, no me gusta el ambiente, no me gustan las expectativas, no me gusta que en realidad hago muy pocas cosas interesantes, no me gusta nada y no puedo irme. Finalmente me inscribí para estudiar psicoanálisis y necesito un ingreso para pagar los estudios y mantenerme, no puedo dejar esto ni retrasarlo un mes más. Pero no me gusta mi trabajo, no quiero estar aquí, siento que si estuviera en cualquier otro lugar sería menos malo…

Para mí, uno debe tomar una decisión cuando comienzas a enfermarte porque no quieres ir a trabajar, cuando deseas que pase algo, que te pase algo que te impida ir. El problema es ¿qué decisión voy a tomar?

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